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La Moneda de Plata

La moneda de plata.

Por Linén Rou

Hoy mi hija lloró por la moneda que yo también necesito. Se la pedí, intenté quitársela con la idea de que sería como “quitarle un dulce a un niño”.

Una vez que noté la moneda reluciente brillando en la palma de su pequeña mano, le pedí que me dejara verla, pero ella cerró su puñito con decisión, de un modo u otro adivinaba lo que yo haría, lo que siempre hago cuando descubro que mi mujer ha ganado algún dinero lavando o planchando ajeno.

 

Le pedí con cariño que abriera la palma de su mano, pero ante su negativa, la abrí a la fuerza mientras le decía sonriendo “sólo déjame verla”. No era verdad, lo cierto es que necesito la moneda. Mi pequeña comenzó a llorar mientras mi mujer volteó a verme adivinando lo que intentaba hacer. Se miraba seria, renuente a volver a repetir toda la retahíla de reproches que me ha hecho antes. Los guardó en el filo de sus labios. Solo alcanzó a decir que esa moneda se la había dado a la niña, su padrino don Melchor. Hombre más afortunado y próspero que yo.

Mi mujer es buena, ha aceptado con dignidad la vida que puedo ofrecerle. Pero, es que ellas no entienden. No comprenden que necesito la moneda para jugarla. No saben que de esa pequeña moneda de plata depende que tengamos una vida mejor. Desde hace rato que llegué a la casa comencé a buscar por todas partes la más insignificante moneda de cobre, busqué en los pocillos, en los baúles de la ropa limpia, en el altar de los santos y nada. Solo mi hijita que tiene una magnífica moneda de plata regalo de su padrino.

Mi mujer siguió cada uno de mis pasos desde que me vio llegar. No dijo nada, se conformó con verme ir y venir escudriñando entre los cacharros que son nuestra única pertenencia. Lo que ella no sabe es que yo trabajo donde me dejan, donde puedo, he intentado ser de todo: aprendiz de carpintero, curtidor, herrero o cargador. Pero nunca tendré mi propio taller porque el hijo de una mestiza y un mulato no puede ser dueño de nada, solo de los bolsillos rotos de su ropa y de los zapatos gastados de andar en la calle buscando un oficio que pague bien, que no sea pura explotación de catorce horas. Días también de andar la calle intentando estafar a alguien, de cambiarle a un campesino una moneda de plata por una de cobre.

Pero, si tuviera licencia de tomar esa monedita, quizá echara a correr a donde las peleas de gallos y apostaría al animal ganador. Si la fortuna me guiña un ojo, puede que gane el doble o deje en bancarrota a la Casa. Solo si mi pequeña deja de llorar y me presta su moneda de plata.

 

Reseña:

Linén Rou (1982) es una escritora originaria de Tenancingo, Tlaxcala. Desde pequeña mostró interés por las palabras, por los relatos orales indígenas que su abuelo le contaba a ella y a sus hermanos. De igual modo, al crecer en dicha comunidad, marcada por el lenocinio, la trata de personas y las adicciones, pudo conocer de primera mano historias de abuso, de violencia, pero también de esperanza.

Es licenciada en Lingüística y Literatura Hispánica por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Estudió la maestría en literatura mexicana en la misma Casa de Estudios.

Inició en la escritura creativa en 2019, en el taller de la escritora Beatriz Meyer.

En 2021, la Secretaría de Cultura del Estado de Puebla, le publicó la plaquette titulada El Chínguere.

Actualmente participa en el taller de cuento El cerillazo a cargo del reconocido escritor tijuanense Luis Humberto Crosthwaite.