El Imperio no se cimentó únicamente en su poder militar ni en su afán expansionista. La civilización mexica también desarrolló una economía compleja, sostenida por un dinámico comercio a larga distancia, incluso con sus rivales. Así lo demuestra un nuevo estudio acerca de la circulación y uso de la obsidiana en la antigua Tenochtitlan.
Investigadores de la Universidad estadounidense de Tulane y del Proyecto Templo Mayor del Instituto Nacional de Antropología e Historia, analizaron 788 objetos de obsidiana para entender cómo esta piedra se distribuía a lo largo de Mesoamérica y cómo influía en la vida cotidiana y ceremonial en la capital mexica.
Los mexicas obtenían obsidiana de al menos siete regiones, algunas situadas fuera de su dominio, por ejemplo, Tulancingo, El Paraíso y Zacualtipán. Cuando se consolida la Triple Alianza -entre Tlacopan, Texcoco y Tenochtitlan alrededor del año 1430-, se incrementó el uso de obsidiana de Otumba, Paredón y Ucareo.
Estos hallazgos sugieren que el Imperio mexica dependía significativamente del comercio a larga distancia, incluso con grupos políticos adversarios, para asegurar el acceso continuo a este recurso estratégico.