Información Heidy Wagner Laclette.
La historia de las parteras, matronas o comadronas en México es larga y rica, remontándose a la época prehispánica donde gozaban de gran prestigio. Eran figuras clave en el cuidado de las mujeres embarazadas, el parto y el posparto, transmitiendo sus conocimientos de generación en generación. Con la llegada de la medicina moderna, su papel fue relegado, pero en años recientes, ha habido un resurgimiento del reconocimiento y la valoración de su práctica, especialmente entre comunidades indígenas y rurales.
Las parteras, llamadas tlamatlquiticitl en la cultura mexica, eran expertas en el cuidado prenatal, parto y posparto. Sus conocimientos se basaban en la observación, la experiencia y la transmisión oral, incluyendo el uso de herbolaria y masajes. Su práctica estaba ligada a rituales y creencias sobre la fertilidad y la conexión entre la vida y la muerte. Es decir, atendían tanto el aspecto físico como el espiritual de la mujer y el bebé.
En la crónica “Historia general de las cosas de Nueva España”, fray Bernardino de Sahagún detalla que los procedimientos y creencias en torno a la gestación y el nacimiento estaban profundamente arraigados en la cultura azteca, evidenciando conocimientos avanzados en materia obstétrica en la época precolombina.
Por tanto, la partería es una actividad que durante siglos fue practicada y estudiada por el género femenino debido, en gran medida, a las antiguas restricciones o tabús que la sociedad patriarcal impuso al estudio y atención de la fisiología y las patologías del cuerpo femenino, como el cáncer de mama, la menstruación, el embarazo y el parto.
En el caso de México, los primeros registros de parteras datan de la época prehispánica. En aquel periodo llegaron a gozar de gran prestigio dentro de los pueblos indígenas, pues su práctica se relacionaba con cuestiones religiosas vinculadas a la fertilidad. Con el proceso de la conquista, la partería se occidentalizó y se prohibieron algunas prácticas y conocimientos de la antigua medicina mexica, lo que provocó que las parteras indígenas perdieran su prestigio debido a que en la religión católica el parto se consideraba como un estado sucio o de enfermedad, recordemos que en el Antiguo Testamento, Dios castigó a la mujer con el aumento de los malestares y dolores durante su embarazo y parto a causa del pecado original.
Las mujeres que se dedicaron a la partería pertenecieron a las clases sociales bajas, así que muchas eran indígenas, afrodescendientes y mestizas; ellas conservaron parte de sus antiguas creencias o prácticas para reducir el dolor y el tiempo del parto e ignoraron las ideas impuestas por las autoridades occidentales, como la de considerar el sufrimiento e incluso la muerte de la embarazada o del bebé como algo natural y designado por mandato divino para la purificación de las mujeres.
En Querétaro, las parteras tienen una larga historia de acompañamiento a mujeres durante el embarazo y parto, especialmente en comunidades rurales. Su labor, basada en conocimientos tradicionales y herbolaria, es fundamental para la atención materna y el reconocimiento de las tradiciones locales. Actualmente, algunas parteras combinan su práctica con espacios hospitalarios para ofrecer partos humanizados.